martes, 17 de marzo de 2009

DE CAPERUZAS COTIDIANAS (Fragmentos)


¡Qué difícil es matar a Caperucita
sin dejar huellas de sangre en la alfombra!
“Que si lo sabré yo” –suspira el fantasma de Canterbury.
“Que si lo sabré yo” –agrega Jack el destripador,
médico de cabecera de la Reina Victoria,
destripador de caperucitas prostitutas
arrulladas de día por el mago de las pesadillas,
el que ronda las calles de Londres
sin que un Sherlock Holmes encuentre su huella.

Las mujeres malas mueren sin desangrarse
porque cada noche les desangra un vampiro.
Rojo
Rojo
Rojo
Trinidad roja de mujer.
Y ahora... me contemplo:
Soy el lobo.
Las predicciones se cumplen.

El alquimista de los sueños me lo dijo alguna vez:
"De Caperucita Roja no tienes nada,

sólo una caperuza que poco y mal te cubre,
raída como Sambenito de iglesia.
Más pareces el lobo feroz
bajo el disfraz de Caperucita.
Sal del bosque, emplea tus garras de mujer
y no temas al hombre."
A veces hay que cambiar,
mudar de angustias
renovar el guardarropa de la piel
creo que al lobo le encantan las Caperuzas sin caperuza.

Ahora las Caperuzas son peligrosas
-dicen-
sacan las uñas,
arañan la vida hasta tatuarla.