domingo, 22 de enero de 2012

De colores

Rebeca llega corriendo a su edificio, sube los tres pisos con un poco de dificultad. Sus zapatillas aún se resbalan por los pasillos y las 3 llaves que tiene se hacen infinitas a la hora de buscar la correcta. Logra entrar casi sin aliento a su departamento y examina fugazmente la soledad de la habitación. Se quita el abrigo, busca un lapicero y un papel en blanco, se echa sobre el piso y se dispone a escribir.

Hace 38 minutos, alguien terminaba con una relación de 4 años.

Curiosamente, aún no había resbalado ni una sola lágrima. Si le faltaba el aire era por el apuro, esa pequeña pero jodida estocada en el estómago que la invitaba a vomitar palabras. Entonces, comienza a golpear sobre el parquet lo que ahora se había convertido en su arma de guerra favorita.

El lapicero le ponía ritmo a su ira, como si en el fondo, debajo de la blusa, hubiese cambiado aquel órgano principal por una guitarra eléctrica y sus neuronas se hubieran convertido en el perfecto amplificador de batalla. Lamentable realidad la de querer ser música cuando sólo se es ruido.

Estaba a mil cuando recordó que hace 42 minutos alguien le había dicho que a diferencia de ella, recién iba a cien, que las cosas ya no eran las mismas y que la costumbre siempre era una salida engañosa, mientras ella pensaba en lo irónico del uso de aquella palabra. Para engaños, definitivamente él.

Iba a sacar lo mejor de la situacion, qué mejor manera de empezar el año que con una gran canción, pero las palabras no llegaban en orden.

Su mente comenzó a pasear por aquellos años de relación, por esos sobrenombres patentados, por esos planes que ahora debía replantearse en singular, por cada exquisitez que crearon juntos, fotos mentales, "por qué no dije nada en eso momento, ¡ni siquiera lo mandé a la mierda!", pensaba. Tenía la mala costumbre de bloquear.

1 hora y 20 minutos después, el sonido volvió a la normalidad y una lenta melodía la comenzó a mecer hasta dejarla completamente dormida. Cuando amaneció, curiosamente tenía un coro escrito. Era mas o menos así:

No tengo sobre qué escribir, mi música interna me deja dormida
En blanco, tan en blanco, esperando que me tiren un poco de tinta encima
Colores, pintarme de colores, parece ser lo que todos andan tramando
Dime tú, ¿de qué estábamos hablando?

A veces es mejor dejarlo ir.

lunes, 2 de enero de 2012

Z

Contemplar sus pasos cuando acostumbras a dar saltos, maquillar un "después" cuando sigues atrapada en un "aún lo extraño", imaginarlo cargando algo diminuto cuando tú aún juegas con los dinosaurios bailando sobre tu cabeza, contar los papeles que guarda en los bolsillos cuando tú sólo disfrutas de los que contienen historias que puedes oler, verlo mantener un crecimiento contínuo mientras una sólo quiere escapar de lo que fue. Polos opuestos se atraen, dicen.