viernes, 29 de mayo de 2009

3,4,5...

3, 4, 5 cigarros. Criatura se autoprograma para una noche larga pero sobretodo, inútil.

El disco rayado comienza a sonar trayendo aquel compás que solían tocar sobre su espalda. Era cierto, había amado tanto Paris y ahora se había llevado a la última víctima cálida del invierno pasado. Sus neuronas sufrían las consecuencias de aquel terremoto visual y algunos recuerdos sobrevivientes hicieron que instintivamente explore el lado derecho de la cama. Entonces mareada se mira las garras, no hay nada que arañar.

La materia iba perdiendo toda conexión con su aparato central. Fuera de razón, se convertía en un peligro tan grande como el espacio que sobraba. Sabía que si muy bien Mr. Right le sonreía desde lejos, no le tomaba importancia si es que aquellos dientes no la podían tocar. Da un fuerte gruñido tan sólo para darse cuenta de lo rídicula que se le veía tratando de hacerse pasar por un felino más grande, más fuerte.

Talvez era pequeña, débil y olvidable, talvez lo era sólo para él. Parecían salir chispas de sus maltratas orejas al pensar que no podía compararse con aquella increíble ciudad y sus bares, mucho menos con sus bares llenos de mujeres creíblemente increibles, tanto como las historias que le había ido contando durante todo este tiempo. Las nauseas vienen y las paredes siguen dando vueltas 3, 4, 5 veces.

Tenía que tener algo interesante para la siguiente llamada, pero estaba portando bien, tan bien que aburría. El jalón de orejas probablemente se lo daría ella mientras ella se iría jalando los órganos. Así es, la distancia no la aleja de la gente, la arrastra hacia todo lo que le recuerda a él: Perfume de madera, helado de limón, aliento a menta y frío, frío, frío; prefiere dormir despierta porque las sorpresas siempre la agarran a oscuras y a ciegas.

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