lunes, 21 de setiembre de 2009

SU ALTEZA

Hoy almorzaba con mi Rey y le contaba lo estresada que estoy porque tengo un trabajo más para el curso de Publicidad. Le comentaba las ganas que tenía de hacerlo bien, que esa va a ser mi especialidad, pero que al mismo tiempo no sabía si alguien tan complicada iba a dar buenos resultados en un arte en donde prima, sobretodo, la capacidad de síntesis. No me comentó nada del trabajo pero me contó cómo siempre supo que iba a terminar ejerciendo esa carrera. ¡A la hora papá! Me he tomado dos años "sabáticos" estudiando Marketing en una Universidad que forma emprendedores de etiqueta y escritorio, supongo que por esas épocas no hablábamos lo suficiente.

Tenía 4 años y estaba colgada como un mono, eso sí recuerdo. No había mejor experiencia que treparme en él para salir a la calle, ser más alta que el resto, sentir cómo se me congelaba la nariz tratando de olerlo todo y ver cómo se molestaba cuando trataba de calentarla hundiéndola en su cuello. También recuerdo que si el olor de alguna calle era insoportable, sacaba mi mejor puchero para que camine 5 cuadras más si era necesario pero que por ese lugar, YO no pasaba.

En una de esas saliditas, cuenta, andábamos por el Centro de Lima porque había decidido llevarme al trabajo. Decidimos ir por un par de gaseosas así que me bajó del trono y entramos a una bodega de la Calle Miroquesada. Ahí, parada frente a la congeladora, me preguntó: ¿Cuál quieres? y lloré - "despacito para no hacerme roche porque conmigo siempre fuiste muy considerada". No podía escoger. Me pasé sacando una por una para ver qué botella era más cómoda, qué color caía mejor con mis medias de distinto color (no sé que mierda tenía mi vieja en la cabeza), qué logo me gustaba más, siempre fijándome en el precio para tratar de entender por qué una costaba más que la otra. No elegí nada y salí de la tienda "tropezándote".

Mi papá corrió a cargarme y me dijo: "Ya mocosa, no vuelvo a ofrecerte nada más pero dame un BUEN abrazo" Qué ricos son los abrazos de mi Rey, aunque ahora son un poco más formales nunca han sido forzosos. Ya por los aires mientras me secaba las lágrimas le dije que espere, me había quedando viendo un afiche que estaba al frente de la Bolsa. "Había un enano sentado en la puerta de su casa, supongo que se había caído porque tenía una herida en la rodilla y su mamá en vez de ponerle curita, le pone una Coca Cola helada. Abajo decía Coca Cola - Es sentir de verdad." YO quería una.

Durante todo el camino hacia la cochera, y luego a casa, comencé a preguntarle sobre ese "comercial" ¿Coca Cola se hace acá? ¿Por qué es negra? ¿La Coca Cola funciona para las caídas? Deberíamos comprar muchas en casa porque me paro cayendo, ¿Uno se siente mejor tomando Coca Cola, no? Te quiero, ¿me quieres? etc, etc, etc.

Aunque sea una de las historias más cursis que he puesto por estos lares, no puedo evitar cagarme de la risa cuando lo pienso. Definitivamente la forma de contarla del Rey y sus comentarios NADA sarcásticos la hacen mucho mejor y jamás podré compararme. Dice que desde ese día comencé a mirar todos los afiches que encontraba en la calle, que le jodía la paciencia, que me ponía picona por cómo me hacían sentir, que yo quería hacer lo mismo con el resto, que si es por eso que creo que no necesito tomar Inca Kola y que de lo único que está seguro es que siempre voy a ser una buena manipuladora, a mi me gusta llamarlo: Confianza.

martes, 8 de setiembre de 2009

ME DISTRAE

Criatura se recuesta lo más cerca posible, hace un puño con la mano izquierda para evitar dañar aquel rostro que comienza a enredar sus tentáculos por el sur, sus piernas ceden. La gravedad se va haciendo más fuerte, tomando por eje aquel trozo de materia que la mantiene entre brazos en una composición medular. Se habían vuelto el centro de la cama, del espacio, de la cálida humedad que emanaba de sus cuerpos erizados. Toda una ciudad afuera liberándose de nosotros, nosotros ocultos detrás de esa ventana intentando moverla casi sin esfuerzo.

Él quiebra en vano la línea de sus labios para susurrar algunas palabras, pero a estas alturas Criatura se había quedado suspendida en los gritos internos que llevaban su nombre. Por la expresión de sus ojos y las manos sobre su pecho, parecía querer ser el protagonista de alguna de sus más características contorsiones. Ella no soporta verlo esperar.

Salpica, entonces, el deseo de gloria y la gracia de cada movimiento correctamente encajado. Sus extremidades se enlazan al compás del ruído que nace en sus gargantas y se deslizan en una danza utópica, ese desequilibro parece unirlos en una especie de espina dorsal. Criatura da un salto y se posiciona sobre él obteniento una vista verticalmente perfecta de su cuello, ahí sumerge la lengua y clava los dientes.

Él intenta pronunciar algo, ella lo mira y sin dejar de probarlo, le advierte: "Cuando se ha esperado tanto/un momento como este/tus palabras, lo que digo/es por puro masoquismo", la entiende. La noche no cede, mucho menos ante esa imagen: una cárcel sin barreras, sin paredes y sin miedos.

Ocultos por azares ajenos a su destino, él la toma y le pertenece, ella lo disfruta y se regala.

Salinas le dice al oído:

Lo que eres
me distrae de lo que dices.

Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.

Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.

Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.

En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.