martes, 8 de setiembre de 2009

ME DISTRAE

Criatura se recuesta lo más cerca posible, hace un puño con la mano izquierda para evitar dañar aquel rostro que comienza a enredar sus tentáculos por el sur, sus piernas ceden. La gravedad se va haciendo más fuerte, tomando por eje aquel trozo de materia que la mantiene entre brazos en una composición medular. Se habían vuelto el centro de la cama, del espacio, de la cálida humedad que emanaba de sus cuerpos erizados. Toda una ciudad afuera liberándose de nosotros, nosotros ocultos detrás de esa ventana intentando moverla casi sin esfuerzo.

Él quiebra en vano la línea de sus labios para susurrar algunas palabras, pero a estas alturas Criatura se había quedado suspendida en los gritos internos que llevaban su nombre. Por la expresión de sus ojos y las manos sobre su pecho, parecía querer ser el protagonista de alguna de sus más características contorsiones. Ella no soporta verlo esperar.

Salpica, entonces, el deseo de gloria y la gracia de cada movimiento correctamente encajado. Sus extremidades se enlazan al compás del ruído que nace en sus gargantas y se deslizan en una danza utópica, ese desequilibro parece unirlos en una especie de espina dorsal. Criatura da un salto y se posiciona sobre él obteniento una vista verticalmente perfecta de su cuello, ahí sumerge la lengua y clava los dientes.

Él intenta pronunciar algo, ella lo mira y sin dejar de probarlo, le advierte: "Cuando se ha esperado tanto/un momento como este/tus palabras, lo que digo/es por puro masoquismo", la entiende. La noche no cede, mucho menos ante esa imagen: una cárcel sin barreras, sin paredes y sin miedos.

Ocultos por azares ajenos a su destino, él la toma y le pertenece, ella lo disfruta y se regala.

Salinas le dice al oído:

Lo que eres
me distrae de lo que dices.

Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.

Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.

Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos.

En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.

1 comentario:

Átropos. dijo...

Me llevo a todo tipo de dimensión a la cual mi imaginación puede llegar, y hasta podría decir que desconocidas no me parecían. Aveces no hacen faltan palabras, con una simple mirada demuestras aquello que guardaste tanto tiempo, con un simple beso sientes que el nudillo formado se covierte en tranquilidad... fomentando el deseo y las ganas de querer amar, aunque aveces limitadas... sólo aveces... pero allí están, pareciendo ser.